miércoles, 4 de octubre de 2017

¿Qué hacer si tienes un bajón emocional durante la preparación del PIR?



 A lo largo de la vida de una persona, en cualquier momento pueden aparecer problemas emocionales a los que hacer frente y, por supuesto, la preparación del PIR en ocasiones se ve ligada a este tipo de problemas.  Debemos distinguir estos de las pequeñas fluctuaciones del estado de ánimo que son completamente normales y derivadas al estilo de vida del opositor, de a las incertidumbres que puede suponer preparar una prueba de este tipo. Ahora bien, cuando los problemas del estado de ánimo se prolongan y son de mayor gravedad, con cuadros que presentan síntomas generalmente ansioso-depresivos es necesario hacer una parada y analizar qué está ocurriendo.

En primer lugar habrá que ver si existe un desencadenante claro y, en este sentido, nos referimos a si el estrés asociado a la preparación del PIR puede haber desencadenado este evento o son cuestiones que no tienen que ver con el mismo. Ambos casos se pueden dar y con relativa frecuencia llevan a replantearse qué hacer en esos momentos: continuar o no con la preparación. En cualquiera de los casos y más aún si está claro que la preparación ha sido el desencadenante, lo más sensato será darse un tiempo y buscar ayuda profesional con la que poder pensar con calma esta decisión, pues a veces la solución no es tan simple como pudiera parecer.

Dicho esto, vamos a analizar el perfil de lo que suele ocurrir en los casos en los que la preparación de una prueba como el PIR puede desencadenar toda esta serie de problemas.

La realidad es que el panorama laboral en España y, más concretamente, en psicología no ofrece demasiadas oportunidades, siendo el PIR la única salida actual para recibir el título de Psicólogo Clínico. No obstante,  las plazas para este todos sabemos que son muy escasas en relación a la demanda existente. Esto genera de por sí un escenario que favorece la aparición de temores e incertidumbres en cuanto al futuro profesional. Por otra parte, las personas que suelen tener más facilidad para desarrollar problemas emocionales en el transcurso de la preparación son aquellas que tienen una mezcla muy peligrosa: baja sensación de auto-eficacia y una elevada auto-exigencia. Partiendo de la base de que la preparación del PIR es una tarea que supone un estrés considerable a cualquier candidato, ya sea por el número de horas exigida, por la cantidad del conocimiento a estudiar o por el tiempo de preparación acumulado, cuando una personas considera que no tiene (y no tendrá) los recursos suficientes para hacer frente a esta tarea su nivel de estrés aumentará considerablemente. Y cuando hablamos de estrés hablamos justamente de la sensación que la persona tiene de que sus conductas pueden producir los resultados exigidos por una determinada situación. Además de esto, lo que puede agravar aún más el afrontamiento de esta persona es el grado de exigencia con una misma, pues si además de entender que no podrá hacer frente a las tareas de la preparación se culpa o se critica severamente por no hacerlo, la respuesta ante el estrés será aún mayor.

Suele ocurrir también que en este perfil de funcionamiento, aparece el famoso pensamiento dicotómico, que se traduciría en pensar que si no saca el PIR no conseguirá ninguna otra cosa o que es la única salida que existe. Esta combinación de diversas formas de pensamiento y afrontamiento al estrés, suele conducir a comenzar estudiando un mayor número de horas del necesario bajo una gran presión, con lo que, en poco tiempo, el rendimiento en el estudio comienza a decaer. Ante esto, en lugar de realizar otro tipo de acciones destinadas a tomar conciencia de lo que está ocurriendo, pueden aumentar aún más su esfuerzo diario en un ciclo que, si no se para a tiempo, puede desencadenar en un síndrome de burnout. Para entender mejor esta parte, sirve ayudarse de la siguiente metáfora: la persona actúa como un coche que se está quedando sin gasolina y que tiene la opción de pararse a repostar, pero, en lugar de eso, intenta llegar a su meta donde ve que hay otra gasolinera. Impulsado por la exigencia de llegar cuanto antes, aumenta la velocidad creyendo que así llegará a tiempo. Lo que no sabe es que el combustible se le acabará antes de llegar a su meta y se verá obligado a pararse definitivamente y pedir ayuda.


Esperamos que esta reflexión la hayáis encontrado de utilidad y nos encantaría oír vuestros comentarios o experiencia al respecto.  

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