jueves, 12 de octubre de 2017

Experiencias Residentes PIR 15. Mi primera evaluación psicológica.


Semanas atrás os contaba la importancia de tener diferentes modelos para ir enriqueciéndote progresivamente, pero claro, no todo iba a ser observar… Por ello, hoy os quiero hablar de cómo pasé de ese rol de observadora pasiva a uno mucho más activo y que probablemente os resulte más interesante a todos.
Si bien es cierto que el haber visto trabajar a otros te ayuda a hacerte una idea bastante aproximada de en qué consiste una terapia, cuando eres tú el que te tienes que poner delante del paciente parece que esa idea comienza a difuminarse y empieza a ser reemplazada por un gran miedo al fracaso. Ahí es donde comienza un sinfín de preguntas retóricas: ¿Sabré que decirle? Y si no lo sé, ¿qué hago? ¿Y si lo hago mal? Y así sucesivamente.
En mi caso, lo bueno fue que sabía que me encontraba totalmente respaldada por una persona que me iba a ayudar a sacarlo adelante en caso de no encontrarme preparada, mi adjunta, y eso proporciona cierta sensación de alivio a ese miedo. Sin embargo, por otro lado, el saber que ella, que se ha convertido en un referente para mí, iba a estar presente desencadenaba otro tipo de dudas: ¿Qué pensará si lo hago mal? ¿Se decepcionará?
Así que con todo este manojo de nervios llegó el día de realizar mi primera entrevista psicológica. A medida que se acercaban las 11 de la mañana, tenía la impresión de que el tiempo cada vez iba más despacio… hasta que finalmente dieron las 11 y sonó el teléfono del despacho. El paciente nuevo había llegado y tocaba hacer cambio de roles, yo pasé a ocupar la silla principal y mi adjunta se situó en otra a mi lado, en un segundo plano. ¡¡No os podéis imaginar cuantísimo me temblaban las manos mientras el paciente se sentaba enfrente de mí!! Procedí a presentarnos a ambas y a explicarle que yo iba a ser su psicóloga ese día. El guión sobre lo que había que recoger en una primera entrevista lo tenía absolutamente claro (ya me había encargado de memorizarlo hasta la saciedad), pero pasó lo que tantas veces había observado y que tanto había deseado que no me pasara ese día: el paciente respondía a mis preguntas y me proporcionaba información pero sin ajustarse a mi perfecto esquema. ¿Y qué pasó entonces? Pues que ahí estaba yo, solventando la situación y demostrándome a mí misma que sí, había miles de cosas que aprender y mejorar, pero al mismo tiempo que era capaz de llevar a cabo con éxito esta tarea.
Ese día supuso un antes y un después en mi residencia y desde entonces, han pasado ya bastantes semanas, en las cuales a través del feedback de mi adjunta y de la propia experiencia he ido observando ciertos cambios en mi forma de entrevistar (para empezar una disminución del nivel de ansiedad previo). El camino aún es largo y me queda muchísimo por aprender, pero es enormemente gratificante el echar la vista atrás e ir observando tu propio progreso.
Este primer paso en la asunción de responsabilidad ha ido seguido de algunos más, que estoy deseando poder compartir con vosotros, pero hasta el próximo artículo vuelvo a enviaros todo mi apoyo y mi ánimo. ¡Vosotr@s podéis!
¡Muchísimas gracias a tod@s!

LAURA PÉREZ
Psicóloga Interna Residente

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