lunes, 30 de octubre de 2017

¿Imposible?

                      Por Dr. Juan Jesús Muñoz García, Profesor de Psicología Clínica de CeDe



Algo imposible es algo que no puede ser, suceder o realizarse. Tirando del diccionario hablamos de algo irrealizable e incluso inalcanzable que consigue adquirir un carácter quimérico y/o utópico. Lo imposible se aleja de lo factible y viable suponiendo algo que, precisamente por su dificultad, se inviste de un atractivo que intensifica nuestro deseo por su alcance. Asociados a ese deseo pueden estar sueños, anhelos, sentimientos, ilusiones y un sinfín de estados emocionales que nos ayudan a ver lo imposible como algo que quizá sólo tarda un poco más.

Siempre he querido pensar que nada es imposible y, salvando la redundante imposibilidad de aquello que no puede ser, creo que casi todo es factible. Para que algo sea posible debe poder concretarse. Hasta los afectos más penosos como el dolor, miedo, desilusión, pena, fracaso o la soledad pueden ser vencidos con sus antagónicos placer, valor, ilusión, alegría, éxito o una buena compañía. Desde este prisma, pocas cosas son inasequibles. A lo sumo, lograr que un perro maúlle o que viajemos en el tiempo (aunque quien sabe esto último).

Paradójicamente para conseguir lo imposible hay que hacer lo imposible por lograrlo. Al fin y al cabo la vida no deja de ser un gran viaje en el que estamos sometidos a continuas subidas y bajadas con escasos momentos llanos de relax que, en todo caso, han de ser aprovechados para coger un impulso que nos lleve a una nueva oportunidad de acercarnos a nuestros objetivos. En las cosas más sencillas suelen estar las claves para llegar a nuestros utópicos objetivos y convertirlos en algo poco probable pero no inasumible. Y es que para que algo sea imposible deben de existir factores contundentes que impidan, por todos los medios, su alcance. Podemos hacer que algo que aparentemente es infinito se vuelva tangible con sólo desearlo un poco más. Todo está en convertir los sueños en acción y en descubrir los medios para  reducir lo infranqueable que pase de ser algo hipotético a algo probable.

Así pues a cristalizar nuestros pensamientos y a evitar las añoranzas. Regocijarse en estados emocionales negativos sólo puede generar fracaso, por lo que debemos modificar lo que hacemos para lograr cambios sobre lo que queremos.  Decía Paulo Coelho que sólo una cosa vuelve un sueño imposible, el miedo a fracasar. Y que cierto es que la única manera de superar nuestros límites es intentar vencerlos acercándonos  a lo imposible.

Resumiendo, que mientras hay vida hay esperanza y como no se hizo Roma en un día sugiero los ingredientes típicos que no suelen fracasar en el logro de empresas aparentemente inviables. El esfuerzo, perseverancia, optimismo, ilusión y confianza en uno mismo suponen algo tan intenso que si encima está acompañado de sentimientos positivos, seguro pueden reducir la demora de palpar lo deseado. Al fin y al cabo, no hay imposibles para quien  sabe trabajar y esperar, algo que extrapolado al mundo de los emociones me lleva a pensar que los seres humanos estamos conformados con la capacidad de plasmar nuestros sueños y aspiraciones

Como último consejo para lograr lo imposible recomiendo ser uno mismo. Vivimos en el mundo de la información y del consejo gratuito. Al final, siempre hay alguien que nos dice como debemos de obrar o actuar, incluso como debemos sentir. Muchas veces estamos inundados de todos estos artefactos y no escuchamos nuestro interior. Sopesando nuestros pensamientos, emociones y comportamiento, así como su integridad ante la dificultad, podremos ser realistas a la hora de valorar la plausibilidad o no de algo y, lo más probable, es que nos demos cuenta que hasta un perro puede aprender a maullar y lograr lo imposible.


martes, 24 de octubre de 2017

Carabirubí…

 Por Dr. Juan Jesús Muñoz García, Profesor de Psicología Clínica de CeDe


Carabirubá, yo no sé qué tienes que cada día me gustas más… Cuidado, las personas lectoras de este artículo que estén tentadas a huir por desavenencias con el intérprete de esta canción deben de conceder el margen de la duda al redactor. De la misma forma, los fieles al Fary no deberán dejarse llevar por tan melódico ritmo y sí estar atentos a lo “profundo” de la pieza. No dando un matiz filosófico al asunto pero intentando ir más allá (admito que es un poco forzado), el epíteto subyacente a este tema musical es la duda (entiendo que puede adquirir un carácter cuasi-existencialista) de por qué a una persona le puede gustar más otra. Y sí, hay personas que nos resultan extremadamente atractivas y quizá cada día nos gusten más, mientras que otras perfectamente podrían generar un tema musical antagonista cambiando el me gustas más por un me horrorizas más.

En un esfuerzo de positivismo optaré por lo de gustar y, en ese sentido, puede ser útil dar unas pautas acerca de lo verdaderamente atractivo. Eso sí, que nadie obvie que para gustos los colores y que siempre para un roto hay un descosido, por lo que no desfallezcamos si nos cuesta resultar atractivos. Me vienen a la cabeza frases de cuestionable calado filosófico como “dientes, dientes…” y pienso en que unos susodichos bien proporcionados y con separaciones óptimas entre sí aderezados con un color que tienda al blanco marfil son más atractivos que los que se acerquen al amarillo limonero. Dicen por ahí, que a las mujeres les atraen (resultan más atractivos) los varones con emociones negativas en su rostro (inquietud y/o melancolía) mientras que a ellos les gustan mujeres instauradas en la alegría (al menos facial). De poco servirían unos piños blancos aderezando las respectivas expresiones faciales mencionadas si no se apuntara con el mentón hacia arriba dejando que el mayor peso de uno de nuestros hemisferios cerebrales inclinase, por inercia, levemente la cabeza (adornada con unos ojos grandes y azules) hacia un lado.

Pensando en otras cualidades, quien puede negar que nos gusta más alguien que transmite calma y relajación frente a una persona que nos inquieta, aturde, genera ansiedad, infringe miedo…Está bien, voy a parar de desarrollar esta última idea, porque me doy cuenta que muchas veces no nos dejamos llevar por lo atractivo y somos fagocitados por personas que generan estas emociones negativas. Hecho el inciso, parece ser que hay que vestir de rojo, seas hombre o mujer. Reconozco que mi vestidor sólo reserva tan hermoso color para la equipación deportiva del club de fútbol de mis amores. Al fin y al cabo, todos hemos oído lo de rojo pasión o simbolizamos el amor con un corazón rojo. Lo dicho, a comprarnos ropa roja para resultar más atractivos. Por cierto, en los chicos la barba se asocia a madurez, salud e incluso mayor estatus y autoridad, por lo que si se considera que esto puede resultar atractivo… ya sabéis. Ahora bien, hay resultados contradictorios que orientan hacia el mayor atractivo de un buen rasurado facial. Añadamos a esto características como un aspecto saludable, personalidad adaptada a la vida en pareja y un nivel cultural similar. Todos estos aspectos pueden verse aderezados por un buen efecto halo y entonces ya sí que seremos atractivosde verdad”. Por favor, seamos personas honestas, leales, sinceras, compresivas y en quienes se pueda confiar. Ahí ya sí que sí, nuestro atractivo puede ser irresistible.

Quien le iba a decir al Fary que la respuesta a su Carabirubí era una mujer vestida de rojo con la cabeza ligeramente inclinada hacia un lado, mentón erguido y dientes blancos. Pero aún hay más si uno se pone biologicista (evidentemente aquí hay que tener ciertas e importantes reservas derivadas de nuestra socialización). En principio, serían más atractivos hombres musculados y con un peso equilibrado y/o proporcional a su altura. Ese hombre grande y fuerte podría sentirse más atraído por mujeres con un peso equilibrado también (aunque menor la proporción que en hombres), caderas anchas y senos grandes. Tanto biologicismo me aburre porque el ser humano es más complejo que todo esto tan básico y, al fin y al cabo, afortunadamente tenemos muchos matices. Sin embargo, no puedo evitar señalar que cualquier declaración de amor resultará más certera si se realiza hablando delicadamente al oído derecho de la persona objeto de tal panegírico. Total, las emociones positivas se vinculan más al hemisferio izquierdo y con esta declaración contralateral hay más posibilidades de evocarlas.


Decía Nietzsche que a menudo la sensualidad apresura el crecimiento del amor, de modo que la raíz queda débil y es fácil de arrancar. Me resisto a tal pesimismo y prefiero no luchar contra unos ojos rayos de estrellas que deslumbran al mirar… Tranquilos, no estoy siendo poseído por Lope de Vega, sino por la música del Fary… y es que el perturbador estribillo de esta canción retumba en mi cabeza. Carabirubí

jueves, 12 de octubre de 2017

Experiencias Residentes PIR 15. Mi primera evaluación psicológica.


Semanas atrás os contaba la importancia de tener diferentes modelos para ir enriqueciéndote progresivamente, pero claro, no todo iba a ser observar… Por ello, hoy os quiero hablar de cómo pasé de ese rol de observadora pasiva a uno mucho más activo y que probablemente os resulte más interesante a todos.
Si bien es cierto que el haber visto trabajar a otros te ayuda a hacerte una idea bastante aproximada de en qué consiste una terapia, cuando eres tú el que te tienes que poner delante del paciente parece que esa idea comienza a difuminarse y empieza a ser reemplazada por un gran miedo al fracaso. Ahí es donde comienza un sinfín de preguntas retóricas: ¿Sabré que decirle? Y si no lo sé, ¿qué hago? ¿Y si lo hago mal? Y así sucesivamente.
En mi caso, lo bueno fue que sabía que me encontraba totalmente respaldada por una persona que me iba a ayudar a sacarlo adelante en caso de no encontrarme preparada, mi adjunta, y eso proporciona cierta sensación de alivio a ese miedo. Sin embargo, por otro lado, el saber que ella, que se ha convertido en un referente para mí, iba a estar presente desencadenaba otro tipo de dudas: ¿Qué pensará si lo hago mal? ¿Se decepcionará?
Así que con todo este manojo de nervios llegó el día de realizar mi primera entrevista psicológica. A medida que se acercaban las 11 de la mañana, tenía la impresión de que el tiempo cada vez iba más despacio… hasta que finalmente dieron las 11 y sonó el teléfono del despacho. El paciente nuevo había llegado y tocaba hacer cambio de roles, yo pasé a ocupar la silla principal y mi adjunta se situó en otra a mi lado, en un segundo plano. ¡¡No os podéis imaginar cuantísimo me temblaban las manos mientras el paciente se sentaba enfrente de mí!! Procedí a presentarnos a ambas y a explicarle que yo iba a ser su psicóloga ese día. El guión sobre lo que había que recoger en una primera entrevista lo tenía absolutamente claro (ya me había encargado de memorizarlo hasta la saciedad), pero pasó lo que tantas veces había observado y que tanto había deseado que no me pasara ese día: el paciente respondía a mis preguntas y me proporcionaba información pero sin ajustarse a mi perfecto esquema. ¿Y qué pasó entonces? Pues que ahí estaba yo, solventando la situación y demostrándome a mí misma que sí, había miles de cosas que aprender y mejorar, pero al mismo tiempo que era capaz de llevar a cabo con éxito esta tarea.
Ese día supuso un antes y un después en mi residencia y desde entonces, han pasado ya bastantes semanas, en las cuales a través del feedback de mi adjunta y de la propia experiencia he ido observando ciertos cambios en mi forma de entrevistar (para empezar una disminución del nivel de ansiedad previo). El camino aún es largo y me queda muchísimo por aprender, pero es enormemente gratificante el echar la vista atrás e ir observando tu propio progreso.
Este primer paso en la asunción de responsabilidad ha ido seguido de algunos más, que estoy deseando poder compartir con vosotros, pero hasta el próximo artículo vuelvo a enviaros todo mi apoyo y mi ánimo. ¡Vosotr@s podéis!
¡Muchísimas gracias a tod@s!

LAURA PÉREZ
Psicóloga Interna Residente

miércoles, 4 de octubre de 2017

¿Qué hacer si tienes un bajón emocional durante la preparación del PIR?



 A lo largo de la vida de una persona, en cualquier momento pueden aparecer problemas emocionales a los que hacer frente y, por supuesto, la preparación del PIR en ocasiones se ve ligada a este tipo de problemas.  Debemos distinguir estos de las pequeñas fluctuaciones del estado de ánimo que son completamente normales y derivadas al estilo de vida del opositor, de a las incertidumbres que puede suponer preparar una prueba de este tipo. Ahora bien, cuando los problemas del estado de ánimo se prolongan y son de mayor gravedad, con cuadros que presentan síntomas generalmente ansioso-depresivos es necesario hacer una parada y analizar qué está ocurriendo.

En primer lugar habrá que ver si existe un desencadenante claro y, en este sentido, nos referimos a si el estrés asociado a la preparación del PIR puede haber desencadenado este evento o son cuestiones que no tienen que ver con el mismo. Ambos casos se pueden dar y con relativa frecuencia llevan a replantearse qué hacer en esos momentos: continuar o no con la preparación. En cualquiera de los casos y más aún si está claro que la preparación ha sido el desencadenante, lo más sensato será darse un tiempo y buscar ayuda profesional con la que poder pensar con calma esta decisión, pues a veces la solución no es tan simple como pudiera parecer.

Dicho esto, vamos a analizar el perfil de lo que suele ocurrir en los casos en los que la preparación de una prueba como el PIR puede desencadenar toda esta serie de problemas.

La realidad es que el panorama laboral en España y, más concretamente, en psicología no ofrece demasiadas oportunidades, siendo el PIR la única salida actual para recibir el título de Psicólogo Clínico. No obstante,  las plazas para este todos sabemos que son muy escasas en relación a la demanda existente. Esto genera de por sí un escenario que favorece la aparición de temores e incertidumbres en cuanto al futuro profesional. Por otra parte, las personas que suelen tener más facilidad para desarrollar problemas emocionales en el transcurso de la preparación son aquellas que tienen una mezcla muy peligrosa: baja sensación de auto-eficacia y una elevada auto-exigencia. Partiendo de la base de que la preparación del PIR es una tarea que supone un estrés considerable a cualquier candidato, ya sea por el número de horas exigida, por la cantidad del conocimiento a estudiar o por el tiempo de preparación acumulado, cuando una personas considera que no tiene (y no tendrá) los recursos suficientes para hacer frente a esta tarea su nivel de estrés aumentará considerablemente. Y cuando hablamos de estrés hablamos justamente de la sensación que la persona tiene de que sus conductas pueden producir los resultados exigidos por una determinada situación. Además de esto, lo que puede agravar aún más el afrontamiento de esta persona es el grado de exigencia con una misma, pues si además de entender que no podrá hacer frente a las tareas de la preparación se culpa o se critica severamente por no hacerlo, la respuesta ante el estrés será aún mayor.

Suele ocurrir también que en este perfil de funcionamiento, aparece el famoso pensamiento dicotómico, que se traduciría en pensar que si no saca el PIR no conseguirá ninguna otra cosa o que es la única salida que existe. Esta combinación de diversas formas de pensamiento y afrontamiento al estrés, suele conducir a comenzar estudiando un mayor número de horas del necesario bajo una gran presión, con lo que, en poco tiempo, el rendimiento en el estudio comienza a decaer. Ante esto, en lugar de realizar otro tipo de acciones destinadas a tomar conciencia de lo que está ocurriendo, pueden aumentar aún más su esfuerzo diario en un ciclo que, si no se para a tiempo, puede desencadenar en un síndrome de burnout. Para entender mejor esta parte, sirve ayudarse de la siguiente metáfora: la persona actúa como un coche que se está quedando sin gasolina y que tiene la opción de pararse a repostar, pero, en lugar de eso, intenta llegar a su meta donde ve que hay otra gasolinera. Impulsado por la exigencia de llegar cuanto antes, aumenta la velocidad creyendo que así llegará a tiempo. Lo que no sabe es que el combustible se le acabará antes de llegar a su meta y se verá obligado a pararse definitivamente y pedir ayuda.


Esperamos que esta reflexión la hayáis encontrado de utilidad y nos encantaría oír vuestros comentarios o experiencia al respecto.