jueves, 8 de junio de 2017

Un Menester Necesario

Por Dr. Juan Jesús Muñoz García, Profesor de Psicología Clínica de CeDe



Ejercer con pasión la compasión o ser ávidos, intrépidos y mostrar entrega en la consideración de los seres humanos. Compadecerse implica concienciarse de los demás y tradicionalmente se asocia a posicionarse por y para los otros comprendiendo su sufrimiento y penurias desde una excelsa empatía que deriva en un irrefrenable intento de eliminar cualquier atisbo de sufrimiento en la persona compadecida en aras de mitigar sus desdenes. La vivencia compasiva habría de ser consustancial a la humanidad y no un mero deseo egoísta hacia aquellas personas conocidas (queridas) por nosotros. No es onírico plasmar que toda persona que expresa empatía aumenta exponencialmente sus posibilidades de ser solidaria, atenta y entregada a otros seres humanos, enriqueciendo el matiz de lástima o pena que inviste a la compasión y proveyéndola de una dadivosa abnegación empática.

La compasión como valor humano tiene innumerables referencias filosóficas y literarias. Decía Nietzsche, con cierta inquina, que sólo había un psicólogo del cual se podía aprender algo, y éste era Fiódor Mijáilovich Dostoyevski. Admito mi predilección por las obras del último y, entre ellas, para abordar la compasión, me surge nombrar Los Hermanos Karamazov, donde aparecen diversos dilemas éticos como el concepto del bien y el mal o el papel del amor en nuestras vidas dentro del contexto del avance ideológico nihilista de la Rusia de la segunda mitad del siglo XIX. Partiendo del aparente parricidio de Fiódor Karamazov, Dostoyevski combina sabiamente su visión negativista de los valores vigentes. Tres son los hermanos Karamázov y todas las sospechas homicidas recaen sobre el ambicioso y hostil Dmitri (juzgado y condenado), en detrimento de Iván (acérrimo ateísta) y Alekséi (la antítesis religiosa de Iván). He de decir que hay un cuarto hermano llamado Pável (verdadero asesino de su padre) surgido de la relación entre Fiódor y Lizaveta, quien no era su esposa. Las dicotomías antitéticas de la obra muestran el poder de la compasión frente al tiñoso, mísero y cicatero egoísmo. Señalaba Dostoyevski, el que se miente a sí mismo y escucha sus propias mentiras, llega a no saber lo que hay de verdad en él ni en torno de él, o sea que pierde el respeto a sí mismo y a los demás. Al no respetar a nadie, deja de querer, y para distraer el tedio que produce la falta de cariño y ocuparse en algo, se entrega a las pasiones y a los placeres más bajos. Nada más lejos de la realidad el señalamiento del respeto hacia los otros como símbolo de una elativa compasión protectora frente al nihilismo de personajes como Fiódor, Dmitri, Iván o Pável.

La compasión puede ser malentendida como algo propio de poderosos, provocando su negación por los receptores quienes no la quieren experimentar dado que supone una piadosa lástima ofensiva. Prefiero y considero algo más oportunos otros planteamientos como el del Dalái Lama, si quieres que otros sean felices, practica la compasión; si quieres ser feliz tú, practica la compasión; o el castizo la compasión, buena siempre, es en muchos casos la celestial precursora de la justicia de Concepción Arenal. Sin embargo, también los matizo, ya que pienso que la compasión se identifica más con poner empeño en ejercer y fortalecer la ya nombrada empatía, insigne lugarteniente de la imprescindible interdependencia humana. Esto supone mostrar afecto a los demás desde una autenticidad evasiva de una instrumental necesidad de percibir alguna recompensa a cambio, lo que es más propio del erróneo planteamiento de este valor  como un intercambio basado en la equidad. Vista así, la compasión es un valor emocional que nos permite situarnos no sólo ante los conocidos, sino ante el conjunto de los seres humanos, enriqueciendo nuestra calidad humana al posicionarnos como garantes de un magnánimo y filántropo comportamiento génesis de una armadura frente al cegador individualismo.  Y es que ante lo dañino es mejor disponer de ayuda y aunque el tiempo cura todas las heridas mejor estar rodeados de seres compasivos que experimenten este valor, un menester necesario.  

Lectura recomendada
Dostoyevski, F. (1880, ed. 2011). Los Hermanos Karamazov.  Madrid: Ediciones Simancas

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