viernes, 2 de junio de 2017

Mi primer día de residente en el Hospital


No hace tanto tiempo me encontraba en la misma situación que muchos de los que estáis leyendo este texto ahora mismo… De primera mano sé que hay días complicados en los que dudas si serás uno de los poquísimos afortunados en conseguir la ansiada plaza y alcanzar el sueño: ser PSICÓLOGO INTERNO RESIDENTE.

 Uno de los factores fundamentales para persistir en este largo camino y seguir estudiando día tras día es la motivación, por eso, espero que mis palabras ayuden a incrementar la vuestra aún más y que os esforcéis con más ahínco (si es posible) en llegar a la meta.

Mi compañera Barbara os ha hablado de ese periodo de euforia (casi de hipomanía) inicial tras recibir la noticia de que estás dentro y del difícil, a la par que gratificante proceso de elección de plaza, hoy yo os voy a hablar de lo que viene después. ¿Qué ocurre cuando ya sabes cuál será el hospital en el que pasarás los siguientes 4 años de tu vida? ¿Cómo son esos días previos a la incorporación?

 En mi caso esa euforia fue disminuyendo hasta convertirse en una emoción de alegría sostenida, pero no eran los únicos sentimientos… Cuando se hace oficial la fecha de tu primer día, empiezan a aflorar los temores y las preocupaciones que hasta el momento habían permanecido totalmente ocultas tras ese halo de felicidad absoluta, empiezas a preguntarte qué te deparará el futuro, cómo serán las relaciones con los compañeros en el hospital… y, sobre todo, esa pregunta que nos atormenta a la mayoría y para la que no tienes una respuesta inmediata: ¿estaré preparada? Si bien, aún no tengo respuesta para algunas de estas preguntas, otras han quedado absolutamente resueltas.

El pasado jueves fue el día de mi incorporación, no os podéis imaginar el estado de nerviosismo en el que hice mi camino hacia el Hospital Universitario Clínico San Carlos… Sin embargo, toda esa ansiedad comenzó a disiparse cuando vi llegar a mi compañera a la puerta principal. Aún no nos habíamos conocido en persona (habíamos compartido miedos e inseguridades vía Whatsapp), pero al abrazarnos fue como si lleváramos toda la vida juntas. Ahí estábamos las dos, “solas” ante el peligro, en un hospital enorme y dispuestas a perdernos las veces que hiciera falta hasta llegar al auditorio que estaría repleto del resto de residentes de las demás especialidades. La palabra sola aparece entre comillas porque a priori no sabíamos cuál sería nuestra acogida en una multitud constituida casi en su totalidad por médicos.

 A las 9:30 de la mañana comenzó el acto de bienvenida a todos los nuevos residentes del hospital, en el cual se fueron cediendo la palabra sucesivamente unos miembros de la jefatura a otros (gerente, director médico, vicedecano de la Universidad Complutense de Madrid); sin embargo, no fue hasta las 12:00 que acabó cuando nos llevamos la mejor sorpresa del día. Durante la charla, habíamos tenido que subir por especialidades a recoger unos papeles al escenario y, en ese momento, al parecer hubo gente que se fijó en nosotras… sí, sí, en las PIRES. ¿Cómo nos dimos cuenta? A la salida, ¡¡vinieron en nuestra búsqueda!! ¿Quiénes? Pues nada más y nada menos que los cuatro futuros Médicos Internos Residentes de Psiquiatría. Se presentaron, nos felicitaron, reconocieron lo duro que es nuestro proceso y lo difícil que es para nosotros llegar hasta allí; pero no queda ahí, esas muestras de admiración y aceptación se fueron sucediendo a lo largo del día a medida que íbamos conociendo a gente (neurólogos, cirujanos, pediatras…).

A lo mejor algunos de vosotros no entendéis mi perplejidad inicial, pero hoy en día aún persisten en algunos sitios ciertas barreras entre las figuras de psiquiatra y psicólogo y, aunque no esperaba un mal recibimiento, desde luego no podía haber imaginado ni en mis mejores sueños la bienvenida que nos dieron.

 Desde el mismo instante en que se presentaron, nuestros coR de psiquiatría se han esforzado en integrarnos con el resto de médicos, incluirnos en grupos, planes, cañas de “afterwork”… en definitiva, nos han tratado como si fuéramos uno más.

Ese día, nos hicieron una foto a todos los residentes de primer año y creo que esa imagen capta una parte fundamental de la residencia a la que a veces no le damos la importancia suficiente: EL GRAN POTENCIAL HUMANO Y EL COMPAÑERISMO.

Esa misma tarde, mi coR y yo conocimos a los residentes mayores de Psicología Clínica… ¿y qué deciros? Son simplemente perfectos. Respecto a ellos confiaba plenamente en que su bienvenida sería extraordinaria, a lo largo de las semanas previas ya se habían encargado de disipar cualquier duda que pudiera tener sobre ellos. Han sido pacientes y serviciales, han hecho de esa cuenta atrás un camino maravilloso en el que encontrarnos respaldadas y, sobre todo, han sabido transmitirnos la ilusión y la expectación con la que ansiaban nuestra llegada.

El 25 de mayo del 2017 fue el primer día de la que estoy plenamente convencida de que será una de las mejores experiencias de mi vida. Todo trabajo antes o después tiene su recompensa y el PIR es una de esas por las que merece la pena luchar. Es el momento de romper con los prejuicios previos (a veces infundados) y de relacionarnos con personas de nuestra especialidad (con las que compartiremos la mayor parte del tiempo) pero también con otros que están en una situación similar a la nuestra, deseando encontrar a personas que quieran compartir este viaje con ellos.


En los próximos días os contaré como han sido los primeros días a nivel profesional, pero hoy quería compartir mi felicidad con vosotros. Gracias por leernos y un gran saludo para tod@s. ¡¡Mucha suerte y ánimo!!

LAURA PÉREZ LUNA , Residente PIR



1 comentario:

  1. ¡¡¡Excelente Artículo!!! ¡Gracias por compartir tu experiencia!

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