miércoles, 29 de abril de 2015

EL ACOSO MORAL Ó PSICOLÓGICO


El acoso moral o psicológico es la situación de convivencia patológica en la que alguien destruye a otro con palabras, miradas, humillaciones e indiferencia de manera persistente y prolongada. Se define como la forma específica de atentar emocionalmente contra la integridad de una persona con quien se mantiene una relación interpersonal mediante conductas que se traducen en constantes actos de maltrato, asedio, descalificación, devaluación, desprestigio y humillación que desestabiliza psicológica y emocionalmente a la víctima deteriorando su calidad de vida. Estos actos destructivos se presentan en forma de insultos, chantaje, calumnia o burla relacionada con características personales o físicas de la víctima, así como comentarios degradantes, no responder a las preguntas verbales o escritas, hablarle a la víctima de manera agresiva o grosera, rechazar lo que proponga, controlarla y vigilarla estrechamente, limitar sus posibilidades de expresión, etc. El acosador intimida a su víctima con el fin de obtener poder sobre ella.
El acoso puede presentarse en cualquier entorno social tal como la familia, la escuela, el trabajo y otros grupos sociales. Generalmente los acosadores son elocuentes y carismáticos aunque de forma superficial, esta apariencia desaparece cuando se les llega a conocer bien. Son sumamente destructivos, utilizan el doble mensaje para crear confusión y distorsionar el proceso de comunicación, lo cual les permite salir “inmaculados” de cualquier situación comprometedora.
Contra todo lo esperado es dentro del seno del hogar donde pueden darse las peores injurias, sin que la víctima se percate de ello, puesto que se menoscaba lentamente su salud mental y física. El acosador no destruye a su víctima de un solo tajo, por el contrario, extiende la tortura en el tiempo, la somete en un suplicio mínimo pero sostenido y le hace creer que la relación que mantiene es irremplazable, que sin el acosador no puede conseguir nada. No están exentos de este trato ni la pareja, hijos, familiares, vecinos o compañeros de trabajo.
El mensaje del acosador es ambivalente, impreciso y confuso, de tal manera que desconcierta a la víctima quien termina por dudar si lo que experimentó momentos antes fue real o no. El agresor enfrenta a todos contra todos, provocando celos y rivalidades mediante mentiras o rumores, que hieren a la víctima sin que ésta pueda identificar el origen de su situación. Para burlarse de la víctima, el acosador utiliza su apariencia física, sus creencias religiosas, sus gustos e intereses; la expone y ridiculiza en público, le dirige miradas condescendientes o de resignación, pone en duda su capacidad, finge conocer las intenciones de su víctima o adivinar sus pensamientos. Sin embargo, la agresión es llevada a cabo disimuladamente, sin que sea notoria ni para la víctima ni para los que se encuentran afuera de la situación, porque posee una elevada capacidad para manipular a quienes le rodean.

El acosador se caracteriza por la notable dificultad para ser empático; es decir, es incapaz de considerar a los demás como seres humanos, para él las personas son objetos de posesión a quienes puede utilizar y explotar a su antojo. Lo importante para el acosador es poseer el poder y conservar el control.
La víctima necesita fortalecer su imagen e identidad para incrementar su seguridad y autoconfianza, no le debe temer a su agresor sino se estará poniendo en las manos del acosador y entrará en su perverso y complejo juego del chantaje. Cuando la víctima es orillada a llegar a una fase de odio o violencia en la cual reacciona e intenta recuperar algo de su añorada libertad, ya sea desplazando su ira hacia el acosador o hacia sí misma en una conducta suicida. Como el acosador evita que se dé la comunicación, utiliza la burla, la humillación y ofensa contra todo lo que provenga de la víctima, lo que hace que parezca responsable de lo que sucede. El agresor perturba y desestabiliza a la víctima mediante pequeñas agresiones, pero como no provoca abiertamente un conflicto, el agredido se descuida, baja la guardia y se somete para no ser quien provoque una situación de ruptura. La víctima comete el grave error de confiar en exceso, cree y desea que gracias a su paciencia el agresor cambie y, paradójicamente, lo único que logra es reforzar la conducta agresiva.
La víctima, generalmente, es alguien con algún atractivo o capacidad importante para el agresor. Lo que el acosador en realidad desea es poseer alguna de las capacidades o aptitudes de la víctima, pero al ser incapaz de obtenerlas se las enmascara o trata de destruírselas a cualquier precio, aún y cuando lo que haga sea orillarlo al suicidio por la desesperación, desesperanza y desolación que le provoca la situación por la que está pasando. La víctima no comprende que su agresor es destructivo, puesto que está deslumbrada por su seducción, llegando a amar o admirar tanto a su agresor que no se protege y cuando se percata de ello, puede ser muy tarde. La elocuencia del agresor y la manera tan estratégica con la que usa la palabra es utilizada como arma, cuando la víctima toma conciencia de la relación patológica en la que está inmersa, debe alejarse fríamente y no sentir culpa por ello, acción que además de valor requiere de un acompañamiento psicoterapéutico para lograrlo.
Aún y cuando el agresor pueda ser una persona a la que su víctima admire o ame, tiene que advertir y hacer consciente que es alguien que le ha hecho mucho daño y resulta mejor alejarse y protegerse.
Cuando se da la ruptura o separación, el agresor percibe como si fuera un cazador cuya presa se le escapa, por lo que genera conductas vengativas que expresa con amenazas, llamadas telefónicas constantes e inoportunas, promete cambios y transformaciones que no va a cumplir pero trata de recuperar el control que ha perdido. Entre mayor es la necesidad de dominar, el resentimiento y la ira se intensifican peligrosamente; si la víctima mantiene una actitud generosa con el acosador esperando escapar así, desgastará sus defensas hasta el colapso y retornará sumisamente a este ambiente hostil del que deseaba huir. Las personas que presentan conductas de acoso, probablemente están reproduciendo lo que padecieron durante su infancia o lo que vivieron en carne propia, creyendo que al desquitarse de otras personas podrán compensar sus propias vivencias negativas.

Para superar los efectos psicológicos del acoso es recomendable:
  1. No permitir más daño, romper con la relación patológica.
  2. Descubrir y enfrentar las emociones de ira, dolor, coraje, tristeza, rabia e impotencia, evitar la negación y recordar que no es el tiempo el que cura sino los efectos de una confrontación constante con la realidad.
  3. Expresar las emociones, hablar de lo que sucedió, asumir la responsabilidad y compartir el sufrimiento.
  4. Ser asertivo, mantener buena salud tanto física como mental y eliminar hábitos de convivencia distorsionados.
  5. Considerar la Psicoterapia para tener una mejor interpretación de vida y adquirir las estrategias necesarias para evitar caer en otra situación similar.

miércoles, 22 de abril de 2015

“PELDAÑO A PELDAÑO, NO PARES, QUE YA LLEGAMOS”



Hoy compartimos otra experiencia de una de nuestras alumnas, se trata de Ana Pascual Sánchez, que obtuvo el puesto número 50 en la última convocatoria del examen PIR, con 200 aciertos, 18 fallos y 7 omisiones. Un expediente de 2,7826 y en su primera convocatoria.

  • Ana Pascual Sánchez
    Puesto: Nº 50. Convocatoria 2014
    Aciertos: 200, Fallos: 18, Omisiones: 7
    Expediente: 2.7826
    Nº convocatorias: 1
Cuándo empezaba a plantearme estudiar el PIR, descubrí foropir, y traté de absorber como una esponjita el máximo de información posible, leyéndome varios de experiencias, al igual que este de la página web de cede. Merece la pena emplear un poquito de tiempo en ver cómo lo han hecho otras personas, no para copiar el método de nadie, ya que no hay una fórmula mágica, pero sí para sacar partido de las recomendaciones que se pueden llegar a sacar y que son de gran ayuda en este camino.

Aunque terminé la carrera en julio del año pasado, que era cuándo presentaba el trabajo fin de grado, hice todo lo posible por dejarlo terminado en mayo, hacer los exámenes en junio (los terminé un sábado por la mañana y el martes por la tarde ya estaba en la biblioteca con el PIR) y ponerme a estudiar, con una cosa MUY clara: si no vas a por todas desde el principio, el no ya lo tienes asegurado. Por ello, me apunté a CEDE para empezar el curso presencial de los sábados de Valladolid de mayo a noviembre, desplazándome cada sábado alrededor de hora y media ida y vuelta desde mi ciudad.

Mi objetivo, por tanto, era ir a por todas, sin medias tintas: quería ser especialista en psicología clínica, y si quería conseguirlo, tenía que dar lo mejor de mí. Lo malo de ir a por todas desde el principio, recién salida de la carrera, con tan “poquito” tiempo (lo entrecomillo porque es verdad que con organización y disciplina, ¡el tiempo puede cundir un montón!), y tanto volumen de material por estudiar, el agobio puede llegar a ser considerable. Por eso yo considero importantísima la PLANIFICACIÓN. Esta la hacía aproximadamente por mes o dos meses, me hacía un calendario en el que distribuía las asignaturas por colores y temas, y cada día iba tachando mi objetivo cumplido, ¡resulta tan reforzante! :D Cuándo veía que me empezaba a retrasar, estudiaba qué pasaba y cómo reorganizar el planning, y… ¡a seguir!

Es muy importante también el conocerse uno mismo. Igual que el entrar de novata recién horneada de la carrera tiene desventajas, también tiene la ventaja de que muchas cosas las tienes recientitas y ya no tienes que estudiarlas tanto. También tengo que decir que con conocerse no me refiero solo a si en estadística o psicopatología voy bien y le tengo que dedicar menos tiempo o si los tratamientos eficaces me los tengo que repasar mil veces para que no se me olviden, sino también al aspecto personal. Sé que recomiendan descansar los domingos y estudiar de lunes a sábado, pero yo necesitaba flexibilidad para sentirme más cómoda en este camino, tras no haberme puesto a estudiar sin descansar de todo cuarto. Entonces el domingo era mi día comodín. Como los sábados iba a Valladolid a las clases de cede, salvo las 3 tardes que tuvimos mañana y tarde, y otras 3 al final en octubre-noviembre, descansaba siempre. Y los domingos, al principio todos y luego como he dicho, de comodín. A lo mejor descansaba el miércoles porque tenía un plan y el domingo estudiaba. O estudiaba la mañana del domingo pero descansaba la tarde del viernes y del domingo. En verano, me di dos fines de semana de vacaciones en el pueblo para distraerme y cambiar de aires. Una cosa IMPORTANTE: si uno está bloqueado, no puede más, y mira a los libros, apuntes, esquemas, etc., como quién mira a una pared… ¡se deja todo y a descansar! No sirve para nada forzarnos y forzarnos si no tiramos más, pues ni rindes en ese momento, ni rendirás al día siguiente igual, por no hablar de lo quemado que acabas. Otra cosa del PIR es que o te lo montas bien o puede llegar a ser difícil desconectar, sobre todo cuando llega el final, estás tan metido que parece que todo te recuerda al PIR, pero hay que aprender aunque sea un poquito a cambiar el chip para volver más frescos y con ganas a estudiar. En este sentido el deporte puede ser muy útil (lo que quiera cada uno: piscina, correr, gimnasio…), y un simple paseo después de comer hace que te despejes de la carga de estudio mañanera y vuelvas con fuerzas para afrontar toda la tarde con las pilas bien cargadas! Aunque para que digan de las duracell, un PIR sí que ha de tener unas pilas que duran y duran y duran… Aún cuándo en enero te están diciendo ya “bip-bip, batería baja”.

En cuanto al método de estudio, traté de mirar algo antes de empezar las clases, pero estaba hasta arriba y realmente hasta mitad de junio no fue cuándo realmente me puse a estudiar de verdad. Yo en la primera vuelta (de mitad de junio a finales de octubre) me dediqué a completar todos los esquemas-resúmenes de la academia (que son estupendos, y parte de mi plaza es gracias a ellos y al tiempo que me ahorraron), tratando de que no se me escapara nada (todo lo que no entraba iba en esquemas en folios a parte) y llenándolos de colorines, pues soy muy visual y me ayudaba mucho. También me hacía las preguntas de convocatoria que vienen en la parte de atrás. En la segunda vuelta (noviembre y diciembre) me dediqué a estudiar ya sólo con los esquemas de cede adaptados a mí, es decir con el material que me había ido elaborando los meses anteriores. Además, en esta vuelta me hice unos esquemas de colores de tratamientos eficaces (para clínica, clínica infantil y salud) con nivel de eficacia, componentes, etc., que fui repasando una y otra vez hasta el día del examen. Entre la segunda y la tercera vuelta, las semanas de navidad, por la mañana me hacía en el móvil un examen de convocatoria desde 2002 hasta 2011 (dejando el de 2012 y 2013 para hacer como simulacro el último sábado de diciembre y el primero de enero, respectivamente) e iba apuntando los fallos para repasarlos después, y por la tarde me leía el examen comentado del maravilloso libro de exámenes comentados de la academia. Esto me dio una sensación de seguridad enorme, pues el repasar preguntas de convocatorias reales y leer el libro de exámenes comentados después, cada día el que correspondía, me permitía dar un repaso a aspectos de todas las asignaturas, lo cual te hace integrar todo muchísimo e ir con una sensación de control para enfrentarte al examen mucho mayor. La tercera vuelta, en enero, se basó en un repaso rápido (de locura, algunas asignaturas en un solo día, otras como clínica en 4…) a todos los esquemas que tenía. Aquí básicamente no descansé y el mes pasa demasiado rápido, es como que la fecha se acerca a pasos agigantados. Yo lo que hice fue marcarme, como el resto del año, un objetivo y cumplirlo. De esta forma, sabía que tenía que cumplirlo y punto, trataba de preocuparme por eso y nada más. Respecto al lugar de estudio, yo al principio estudiaba en la biblioteca, luego alternaba casa y biblioteca, y al final sólo biblioteca.
El tema de las horas para mí era muy relativo. Recomiendan unas 8 diarias, yo a veces hacía más y a veces menos. Me refiero a horas netas, brutas creo que pocas veces hice menos de 8, pero los descansos, momentos improductivos, etc., siempre restan y a veces quieres estar 11 horas pero no te cunden. En general mi media puede que fuesen 9 horas, aunque a veces hice 7, otras 11, otras 8 u 10… Algún día excepcional 12 (pocos, sobre todo al final) con la consiguiente paliza y cansancio que suponía, y si algún día hacía menos de 6-7 me sentía culpable porque creía que ese día apenas había estudiado (aunque fuese mentira).

En cuanto a sobre si ampliar o no, yo amplié con un capítulo de fármacos de Vallejo y no me sirvió, también desde el principio pensé en leerme no sé cuántos manuales pero según va pasando el tiempo ves que no llegas y que, al menos para esa convocatoria, no lo harás. Por eso, y por lo que he visto en otros compañeros que han sacado plaza, veo que sí se puede sacar plaza sólo con material de academia, aunque en una segunda o tercera convocatoria sí que creo que ampliar al menos con manuales de referencia en clínica y terapias puede ayudar bastante (mi idea si no lo sacaba así era hacerlo). De todas formas esto es personal, pues depende de la forma de estudiar de cada uno.

Otro punto que considero fundamental es el tema de los simulacros: desde julio (sí, con dos asignaturas y media estudiadas) empecé a hacerlos, e hice todos menos el último de todas que eran preguntas repetidas del resto del curso. En diciembre y enero, como ya no tenía clases, de 4 a 9 me iba a la biblioteca y hacía simulacros allí. Hay que hacerlos desde el principio hasta el final en condiciones reales. Yo me llevaba una botella de agua y una bolsita de gominolas y me dividía el examen en 4 partes: una hora para las preguntas de la 1 a la 60, otra hora de la 61 a la 120, otra de la 121 a la 180, y otra de la 181 a la 235. De cada hora, al llegar al fin de ese bloque de preguntas, sacaba 5 minutos para descansar: soltaba el boli, bebía un traguito de agua, comía gominolas, cerraba los ojos para descansarlos… ¡y volvía a la carga! Usaba tres rotuladores de colores para marcar en el número de pregunta: rosa para las que tenía 100% seguras, azul para las que dudaba entre dos, verde para las que dudaba entre tres. Hay que arriesgar, yo en el examen sólo dejé una pregunta en blanco y la tenía que haber contestado. En los simulacros uno puede ir viendo el nivel de riesgo que ha de asumir, y el método de los colores a mí me venía muy bien para valorar esto. Al final acabé haciendo un intervalo de confianza un poco a mano, pero me ponía los puntos completos de las preguntas que marcaba en rosa, el 50% de las que estaban en azul, y el 33% de las que estaban en verde, restando el resto como errores. A la puntuación que me daba le ponía más y menos 20, y ¡voilà! En los últimos 4 simulacros lo hice, y en el examen también, y mi puntuación siempre estuvo en ese intervalo. Esto me daba seguridad. Yo siempre superé el ideal que da cede, pero sólo estuve entre las 10 mejores puntuaciones una vez, y no empecé a sacar una puntuación que me hubiese dado plaza el año anterior hasta finales de noviembre. Por eso, aunque cuándo nos dicen que no hagamos caso a la puntuación y nos los tomemos como un entrenamiento, aunque sea difícil hacerlo, es muy importante seguir esa recomendación. Al final la nota que importa es la del examen, y cuándo tienes que fallar es en el simulacro, pues… ¡esos fallos no los olvidas!

El apoyo social también es importantísimo en esto. Yo tenía un grupo de whatsapp con 3 amigas que también se preparaban el PIR, y nos dábamos los buenos días cada mañana de estudio, contándonos cositas de cómo lo llevábamos o compartiendo momentos de los mini descansos. También la compañía de familia, amigos, pareja… que entiendan que es una etapa de tu vida difícil pero que merece la pena, que te entiendan y sepan adaptarse un poco a tu situación. ¡Desde aquí les doy las gracias a todos ellos!
A lo largo de tantos meses, uno no siempre está igual, y uno puede sentir que está como en una montaña rusa: unos días te comes el mundo y estás súper motivado, otros días sientes que qué haces con tu vida y que no puedes, otros simplemente sigues con tu rutina de estudio… También hay que saber detectar cuándo algo va mal y cambiarlo. Por ejemplo, a mí en noviembre me dieron unos dolores de cabeza que pensaba que no podía estudiar más del cansancio, así que cambié el horario de estudio y por unos días dormí sin despertador, hasta que pude volver a estudiar bastante bien. O en agosto, me bloqueé de tanto estudiar y me hice una planificación menos exigente, que me permitiese seguir avanzando a un ritmo alto pero sin frustrarme y ahogarme. Lo importante es controlar lo que depende de nosotros, porque los factores no controlables, como la suerte o el expediente (se puede con gran diversidad de tamaños: ¡pequeños, medianos y grandes!) influyen pero  no podemos hacer nada por ellos. Las reglas del juego son las que son, y con ellas cada año hay 100 y pico personas que lo consiguen, así que hay que plantearse, ¿por qué yo no?  Piensa en una escalera, hay algunas muy largas, de estas que tienen tantos pisos y sin ascensor, que a veces parece que no puedes más. No pasa nada, párate a coger fuerzas, y sigue, que peldaño a peldaño, al final llegas al piso que tiene tu plaza, algo especial, una plaza como psicólogo interno residente. ¡Mucho ánimo!

lunes, 13 de abril de 2015

“LA MONTAÑA RUSA PIR”


Continuamos compartiendo experiencias de nuestros alumnos que han obtenido plaza en la ultima convocatoria PIR.

Ana Pascual Alonso
Puesto: Nº 104. Convocatoria 2014
Aciertos: 200, Fallos: 18, Omisiones: 7
Expediente: 1.67

Desde que empecé a estudiar psicología yo sabía que lo mío era la clínica, pero fue en el último año de carrera cuando decidí que mi próximo paso no sería buscar trabajo, una vez finalizada la licenciatura,  sino seguir estudiando un año más. Mi objetivo era conseguir plaza PIR a la primera. Un objetivo muy ambicioso la verdad, sobre todo porque mi expediente no es muy brillante. 

Justo el año en que terminé la carrera con idea de presentarme a la convocatoria PIR 2013 dio la casualidad de que CEDE inició cursos intensivos los sábados por la mañana en la ciudad donde  residía en esos momentos. Yo ya había decidido prepararme con esta academia así que fue una suerte poder asistir a clases presenciales en vez de escoger la modalidad a distancia. 

El primer año estudié muchísimo, ocho o nueve horas diarias, descansando los sábados por la tarde y los domingos. Realicé los simulacros, hice todos los exámenes de convocatorias anteriores. Hice todo lo que se suponía que tenía que hacer para sacar plaza y estaba tan convencida de que ese año era mi año que fue una gran decepción el quedarme fuera. 

Tras un par de meses de crisis emocional postpir decidí volver a la carga, me dí cuenta de que para sacar plaza en el PIR, y en cualquier oposición, tienes que aprender a levantarte después de caer.  Así que me levanté y volví a apuntarme al curso presencial de CEDE de los sábados, para mí las clases presenciales han sido muy importantes, me ayudaban a repasar el material y a organizarme el estudio. Además me permitió conocer a otros compañeros de camino con quienes compartir mis altibajos y mis dudas, esto ha sido también fundamental para mí. 

Mi nuevo objetivo fue sacar plaza PIR a la segunda, y enfoque toda mi energía en ello. De nuevo repasé todo el material, de nuevo realicé simulacros y de nuevo todos los exámenes de convocatorias anteriores. A pesar de estar convencida de que ese año era mi año los meses de estudio se hacen largos y  tienes tiempo para ir pasando por todos los estados emocionales conocidos por el hombre. Un día estaba en la cima del mundo convencida de que iba a quedar la número uno y al siguiente me hundía en la miseria más absoluta pensando que aquello era una misión imposible. Una montaña rusa emocional. La montaña rusa del PIR. 

Este segundo año de estudio no fue tan duro como el primero en el sentido de que ya tenía todo el material trabajado de los meses anteriores y avancé más deprisa, me dio tiempo a darle más vueltas al temario. Sobre todo profundicé más en las áreas “menos importantes” que al fin y al cabo son las que acaban dándote las preguntas que diferencian un buen examen de un examen con plaza. 

Llegué al examen extremadamente nerviosa pero al ver las primeras preguntas, y comprobar que me las sabía, los nervios se disiparon y simplemente dediqué las siguientes cinco horas a hacerlo lo mejor posible. Salí con la sensación de haberlo hecho mejor que el año anterior, pero con la duda de si sería suficiente para obtener plaza. Afortunadamente lo fue y, a pesar de la subida de las puntuaciones, conseguí estar entre los 127 con plaza. 

Para finalizar solo quiero animar a todos los compañeros que están en el camino. Que habrá días en los que se hundan en la miseria, igual que me hundía yo, medio depresivos y desesperados entre libros, apuntes, bolígrafos y rotuladores de colores fosforitos. PERO habrá otros días en los que se sentirán los reyes del mundo PIR llenos de una fe ciega y convencidísimos de que quedarán el número 1. Esto es así, una montaña rusa de emociones. Creo que todos los que hemos caminado por esta senda nos hemos sentido de todas las maneras posibles.

Muchos ánimos a todos y no os bajéis de esa montaña rusa (aunque os mareéis) porque cuando llegue a su destino, no importa lo largo que sea el viaje, merecerá mucho la pena.